Decroux o De la educación

Decroux o De la educación

Ya se ha hablado y machacado a Jean-Jacques Rousseau y su Emilio, o De la educación. Este tratado filosófico escrito en 1762 sobre el hombre y su naturaleza presentaba la relación del ser humano frente a temas políticos y sociales. Es considerado el primer tratado sobre filosofía de la educación en el mundo occidental. Una de las preocupaciones que rondaron la cabeza de Rousseau fue el problema que tenía el ser humano para mantener su bondad natural -ya que él creía que el hombre era bueno por naturaleza-  a medida que participaba en una sociedad corrupta, a su pesar. En el tratado, Rousseau proponía un sistema educativo que fortaleciera al hombre natural para hacer frente a esta sociedad corrupta. Emilio, de quien coge el título la obra, es un joven que es educado, como un ciudadano ideal, por su tutor. Este ejemplo de educación podría extrapolarse a cualquier ciudadano, para convertirlos en buenos ciudadanos. La obra está dividida en 5 libros, de los que el tercero se extiende desde los 12 a los 15 años aproximadamente, período en que se conforma la profesión de Emilio.

Decroux fue uno de los grandes maestros del siglo XX teatral. Estudió en la gran escuela de Jacques Copeau y como otros de sus compañeros, nunca olvidó el trabajo de formación del actor. Étienne Decroux fue el creador del mimo corporal. Él se desligó de la pantomima trabajando el cuerpo desde un punto de vista más subjetivo. Se dice que fue un trabajador tan incansable que el único que aguantaba el ritmo y carácter de Decroux fue Decroux mismo. En su educación nunca faltó un debate político sobre la mesa. Y fueron esos cimientos los que le acompañaron durante toda su vida. Tenía unos ideales morales que trasladó a su actividad teatral. A pesar de su fama, se pasó gran parte de su carrera representando sus piezas para público reducido, de 2 a 10 personas. De hecho fue incluso capaz de escupir a los espectadores o insultarlos por no entender, ni esforzarse en entender, la pieza que pretendían mostrarles. Decroux tenía unos valores artísticos muy estrictos, muy fieles a su espíritu libertario y moral. El entretenimiento no formaba parte de su arte, el mimo corporal.

Volviendo a Rousseau, el problema que él pretendía exponer es que las instituciones sociales son las únicas que pueden vencer el ego del ser humano y encauzarlo hacia una causa solidaria y común. Estas instituciones serían el medio de luchar contra la individualidad, serían las encargadas de educar al ser humano, de dotarlo de valores comunes y aprender a ponerlos al servicio del grupo.

Decroux, siempre creyó en el valor de la escuela. Él aprendió en la Escuela del Vieux Colombier con Copeau. Aprendió los valores del trabajo extenuante, de la preparación indispensable para presentar una pieza ante un testigo, el valor de reformular las artes antiguas con sus objetivos y valores intrínsecos para poder hacer frente a la moda de la inmediatez y el diletantismo dentro de las artes escénicas. Un grupo de aquella época podía representar una pieza teatral sin que sus actores se hubieran aprendido de memoria su texto, no les daba tiempo material. Por eso necesitaban un apuntador. Decroux se embarcó en un trabajo que no respondía a lo inmediato, en sentido de preparación, y de comprensión para el espectador. Él no quería trabajar con lo simple, lo simplón y satisfactorio, sino desde un trabajo sencillo pero minucioso, ofrecer un esfuerzo artesanal y profundo. Su lucha, así como la de Copeau y más tarde de Grotowski, entre otros, fue la de reeducar a los profesionales del teatro, a través de una dedicación casi monacal en su profesión-vocación.

Como íbamos diciendo, en el libro III del Emilio, Rousseau expone que el adolescente tiene que aprovechar muy bien esta etapa, ya que el cuerpo posee una energía y una fuerza, que le permiten realizar cosas como nunca hubiera imaginado. El alma del adolescente expresa necesidades y deseos nuevos que se irán diluyendo con el acercamiento de la edad adulta. De modo que es durante este período cuando hay que instruir al adolescente. Rousseau decía que se debía realizar a través de un ambiente natural, con un sentido pragmático, con un sentido de lo útil. Y es ahí donde aparece el trabajo y las relaciones sociales, desarrollando la capacidad de juicio. Sin pretender profundizar mucho más en el Emilio o en Rousseau, lo útil serviría para enseñar a partir de preguntas y respuestas, para despertar la curiosidad del alumno. Qué servirá útilmente para ser feliz. Dentro de su felicidad están las relaciones sociales, y a pesar de que Emilio no tiene necesidades económicas, si las tiene por trabajar el aspecto moral de las mismas, y se embarca en la búsqueda de un oficio artesanal, el de carpintero. A partir de la heterogeneidad de las materias primas y la necesidad de intercambiarlas entenderá la función de la moneda. El oficio de carpintero “es limpio, útil, se puede practicar en casa, tiene suficientemente en movimiento al cuerpo, exige habilidad e ingenio, y, en la forma de las obras determinada por la utilidad, no quedan excluidas la elegancia y el buen gusto”.

El mimo corporal de Decroux estaba basado en la lucha del trabajador contra la gravedad, el cansancio y la resistencia de los objetos. Siguiendo estas directrices muchas veces emuló el ejemplo del Emilio, dónde Rousseau moldeó a su hijo ideal haciéndolo carpintero. El carpintero era el ejemplo apropiado para Decroux en su ideal artístico, defendiendo que el mimo corporal primero luchaba contra su propio pensamiento, después contra la materia, después contra otra persona y finalmente con el grupo. Esta evolución fue citada con frecuencia por el propio Decroux en sus clases. Le servía de ejemplo para clasificar la mayoría de sus piezas. No era un trabajo simple, sino artesanal que iba pasando por diferentes fases para comprender la complejidad de cada una y evolucionar hacia la siguiente. 

Incluso llegó a crear una pieza llamada Le Menuisier (el carpintero). No hay que olvidar que él se pasó muchos años enseñando desde su sótano, experimentando y comprendiendo la complejidad del movimiento.

El carpintero tiene contacto con la madera que es un bello material, un material amable, casi vivo. Es un hombre que por lo tanto conoce un poco la botánica. Debe distinguir a los diferentes árboles; los árboles tienen sus especificidades. Cuando se trata de construir muebles, algunos de ellos, como el fresno, son poco flexibles. Debe saber cómo hay que tratar la madera, porque necesitará dejarla secar durante largo tiempo y después doblarla. ¡Vaya historia! Vaya mundo el del carpintero. Habiendo observado lo general que es esta actividad, lo dramática que es, puesto que engendra todos los fenómenos morales, la duda, la confianza, examen retrospectivo – ¿Se ha cometido algún error? ¿Debe arriesgarse? – nos inclinamos a pensar que se trata de un bello tema.

DECROUX, E. En: PEZIN, P., (2003), Étienne Decroux, mime corporal. Textes, études et témoignages, p.76

El carpintero es una pieza de aproximadamente 7 minutos, para un solo actor en un espacio vacío. La pieza se basa en un concepto general de trabajador artesanal, no en un carpintero concreto (recordemos que no es pantomima), y que lo destacable es la manera en que realiza las acciones, no lo que realiza concretamente, destacando los contrapesos, los dinamo-ritmos, o el equilibrio. El carpintero de Decroux muestra una lucha del actor por controlar su peso en cada movimiento, la misma lucha del carpintero contra su material, la madera.

Esta pieza se sincroniza con el oficio ideal de Rousseau. Refleja un oficio modesto, que sirve de enlace para mostrar que la lucha del carpintero con la madera, es la misma lucha del artista contra un mundo que no le permite ser artesano y creador.

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